La historia de Angelo Corvitto es la de la pasión por
el helado, aunque su primer contacto con este universal
producto fuera casi fortuito.
Nace en el año 1943 en Licata, provincia de Agrigento, en la italiana
isla de Sicilia, en pleno desembarco americano durante la segunda
guerra mundial.
Durante la postguerra, a la edad de 12 años, Angelo y su familia emigran
a Francia, instalándose en la región de la Moselle. Se escolariza y
cursa estudios profesionales de electricidad, si bien nunca llega a ejercer
este oficio.
Con 20 años, Corvitto realiza su primer viaje a España. Corría el año
1964. Por casualidad detiene su camino en la población gerundense
de Torroella de Montgrí, donde se hospeda en el restaurante hostal
Cotoliu, un establecimiento de primeros de siglo, emblemático y muy
conocido en toda la comarca.
Angelo conoce allí a Dolors, sobrina de los propietarios de Cotoliu,
con quien se casaría 10 años más tarde en Francia. En 1973, todavía en
el país galo nace Hervé, el único hijo de la pareja.
En 1975, los tíos de Dolors deciden jubilarse y proponen a su sobrina
y a Angelo hacerse cargo del restaurante. El clima, el carácter de la
gente y la posibilidad de una nueva vida hacen que la pareja asuma el
reto y se instalen definitivamente en Torroella de Montgrí.
El restaurante era un negocio consolidado, con una oferta de calidad
pero excesivamente rígida. Los clientes no admitían demasiadas innovaciones,
y Angelo sólo encontró en los postres la posibilidad de
desarrollar su creatividad. Rápidamente entendió que el helado
podía ser un buen complemento para completar los postres del restaurante.
Pero, así como no tuvo problema alguno para encontrar
información y recetas de pastelería, el mundo del helado a nivel profesional
era todo un secreto casi inaccesible. Por aquel entonces no
existían apenas libros, ni revistas especializadas, y mucho menos
escuelas donde aprender el oficio.
Fue precisamente este hermetismo del helado lo que motivó a nuestro
personaje para volcarse aún más si cabe en desentrañar todo el
misterio que rodeaba este producto. El helado se convirtió en su
obsesión. Fue de feria en feria intentando recabar cualquier información
que dadas las circunstancias era enormemente valiosa para él.
Al principio, llegó a desechar grandes cantidades de helado, pero no
porque fuera un mal producto, si no porque mientras lo elaboraba iba
aprendiendo a hacerlo mejor, y entonces le decía a su sorprendida
esposa “este helado no lo sirvo hoy, la próxima vez lo haré mejor”.
El helado se convirtió rápidamente en la atracción del restaurante.
Tanto fue así que Angelo decidió inaugurar una heladería independiente
del restaurante, abierta primero sólo los meses de verano, y
posteriormente todo el año.
La demanda iba creciendo. Numerosos restaurantes y heladerías de
toda la comarca acudían a casa de Corvitto para aprovisionarse de su
excepcional helado.
Finalmente, en 1985 inaugura su actual obrador, lo que le permitió aumentar su producción y, sobre todo, la variedad de sus helados,
centrándose fundamentalmente en las elaboraciones que le solicitaban
sobre pedido los restaurantes. Posteriormente, una empresa de
distribución especializada se ocuparía de la comercialización y reparto
de la producción.
En 1986, la Generalitat de Catalunya reconoce su labor en pro del
helado, manteniendo todas las exigencias en cuanto a máxima calidad
y artesanía.
En 1993, ante la imposibilidad de compaginar restaurante y heladería,
Angelo y Dolors deciden cerrar el histórico Cotoliu para dedicarse de
pleno al helado.
Esto le permite a Corvitto profundizar en sus investigaciones y afrontar
con una metodología los numerosos aspectos relativos al helado
no abordados por la heladería tradicional, como el endurecimiento o
ablandamiento de algunos helados, la regulación del poder anticongelante
en función de la temperatura de servicio, la reacción y comportamiento
de cada uno de los ingredientes que intervienen en el
proceso de elaboración...
En 1997, Corvitto se asocia con la familia Isla de Granada, quinta generación
de pasteleros muy conocidos en toda Andalucía. Montan un
obrador de heladería y abren un establecimiento en el centro de la
capital granadina. Pronto otras heladerías y sobre todo restaurantes
de toda la zona se interesan por el helado de Angelo, que mantiene
idéntica calidad que el elaborado en Torroella.
Una fecha clave en la trayectoria profesional de nuestro autor llega
con la incorporación de su hijo Hervé al negocio, un joven economista
que no dudó en dejar su trabajo en la central de una conocida entidad
bancaria para, junto a su padre, situarse al frente de la fabricación
del helado.
Angelo encuentra entonces el tiempo necesario para ahondar en su
incesante labor investigadora y para impartir cursos intensivos sobre
heladería, por los que han pasado y continuan pasando grandes profesionales
de la heladería, la cocina y la pastelería. Una constante en la
vida profesional de Angelo Corvitto ha sido la de compartir sus conocimientos.
Sus puertas siempre han estado abiertas de par en par, circunstancia
poco usual en un mundo tan hermético como el heladero.
En este sentido, Corvitto ha colaborado con diversas empresas del
sector, ha participado en congresos gastronómicos internacionales y
ha publicado numerosos artículos técnicos en revistas especializadas,
como Arte Heladero o Dulcypas. Es también autor del completo programa
informático “El helado al natural”, para el equilibrio de fórmulas,
así como del también programa informático “La pastelería de
Paco Torreblanca”, desarrollado junto al propio Torreblanca y a Miguel
A. Sierra.
Esta permanente labor divulgativa y la estrecha relación con Grupo
Vilbo, nuestra editorial, dan origen al proyecto de confeccionar un
libro en el que el maestro desvela todos los secretos de este producto
tan especial, sin reservarse nada para si. El resultado es esta monumental
obra, publicada inicialmente en 2004 en español, y ahora nuevamente en versión español-inglés.